¡Tranquilos! La nueva ley no quita trabajo, te abre puertas
“Este es un paso necesario, inteligente y valiente. En vez de resistir el cambio, abracémoslo con visión y confianza”


La recién aprobada Ley 102-2025, mejor conocida como la Ley de Reconocimiento Universal de Licencias Ocupacionales y Profesionales en Puerto Rico, ha generado una conversación intensa entre algunos sectores profesionales y gremios que, por desconocimiento o temor, han interpretado esta medida como una amenaza directa a su clientela o estabilidad laboral. Nada más lejos de la verdad.
Esta legislación, basada en modelos exitosos como el del estado de Arizona, reconoce en Puerto Rico las licencias profesionales válidas emitidas en otros estados de la nación americana. Es decir, si un profesional cumple con los requisitos exigidos y mantiene su licencia vigente en otra jurisdicción, podrá solicitar autorización para desempeñarse aquí sin tener que repetir todo el proceso burocrático local.
El propósito principal de esta ley es eliminar trabas innecesarias a la movilidad laboral, permitir el libre flujo de talento humano y facilitar el acceso a servicios en áreas donde hay escasez, como la medicina, la enfermería, la salud mental, entre otras. Lejos de perjudicar, este marco regulatorio busca atraer profesionales cualificados y reactivar sectores críticos de nuestra economía.
¿Significa esto que los profesionales locales serán desplazados? No. El mercado de servicios no es un pastel limitado que se reparte entre pocos. De hecho, la experiencia demuestra que mientras más opciones tenga el público, mayor es el consumo de esos servicios, especialmente si existe una competencia leal.
La competencia bien regulada obliga a elevar la calidad, mejorar precios y diversificar la oferta. Quien brinda un servicio de excelencia no tiene nada que temer. Esta ley, además, establece salvaguardas: solo podrán ejercer quienes cumplan con requisitos rigurosos, estén libres de sanciones disciplinarias y demuestren buena conducta profesional.
Además, esta apertura puede beneficiar a nuestros propios profesionales. Un puertorriqueño con licencia para ejercer su profesión en la Isla podría hacerlo en otros estados mediante procesos más ágiles, en virtud de la misma lógica de reciprocidad que ahora adoptamos.
Por último, el libre mercado no destruye; transforma. No se trata de competir entre locales y foráneos, sino de construir una economía más abierta, más atractiva y más capaz de retener —y hasta repatriar— a nuestros talentos.
Este es un paso necesario, inteligente y valiente. En vez de resistir el cambio, abracémoslo con visión y confianza.