La mentira tuvo su turno, pero la verdad presentó su moción
Una reflexión sobre la política del rumor y la verdad institucional


En la política, los rumores viajan más rápido que los hechos. En cuestión de horas, una falsedad puede recorrer los medios, las redes y la opinión pública antes de que la verdad tenga oportunidad de vestirse. Así ocurrió la pasada semana, cuando se insinuó, sin prueba alguna, que la Gobernadora Jenniffer González Colón era objeto de una investigación federal.
Esa insinuación fue más que un error, en mi opinión, fue una manipulación calculada. Bastó un titular ambiguo para que figuras de poca monta como Eliezer Molina y otros políticos se lanzaran de inmediato a atacar a la Gobernadora, repitiendo una falsedad que no resistía el más mínimo análisis jurídico. Pero cuando la Fiscalía Federal presentó una moción oficial aclarando que la Gobernadora no era, ni ha sido objeto de investigación alguna, el silencio de esos mismos personajes fue tan estruendoso como su ligereza inicial.
El problema no fue el rumor, fue la intención. En una democracia madura, se espera que los líderes actúen con prudencia, contrasten la información y respeten el debido proceso. Sin embargo, en la cultura política local, algunos prefieren destruir primero y verificar después. El resultado es siempre el mismo, se degrada el debate público y se desinforma al ciudadano. La mentira no busca esclarecer, busca herir. Lo más peligroso de una mentira política no es su contenido, sino la cobardía de quienes la repiten sabiendo que es falsa.
Como abogado, conozco bien la diferencia entre ser objeto, testigo o parte de una investigación. La verdad no se infiere, se prueba. La moción presentada por la Fiscalía Federal fue clara, categórica y sin margen de interpretación. La Gobernadora no está siendo investigada y punto.
Pero en un ambiente político intoxicado por las redes sociales, esa aclaración tuvo menos alcance que la insinuación inicial. Quienes corrieron a señalar, acusar y dramatizar no tuvieron la decencia de rectificar. Ahí está el verdadero problema, la falta de carácter para aceptar la verdad cuando no les conviene.
No es la primera vez que sectores de la oposición recurren a tácticas de difamación. Cada vez que la Gobernadora demuestra estabilidad, liderazgo o respaldo público, surge un ataque personal disfrazado de “fiscalización”. Cuando no pueden cuestionar la obra, inventan el escándalo. Cuando no pueden competir con resultados, siembran sospecha.
Lo que se intentó, fue un ataque político disfrazado de noticia. Quienes participaron en esa maniobra deberían pedir disculpas públicas, no por deferencia a la Gobernadora, sino por respeto a la verdad y a la decencia que debe regir la función pública.
Mientras algunos viven del ruido, la Gobernadora actúa con serenidad. No convocó conferencias de prensa ni respondió con insultos. Permitió que la verdad hablara donde debía hablar. Esa es la diferencia entre quien gobierna y quien grita. Entre el liderazgo que se sostiene con hechos y el que se desmorona en titulares falsos. El liderato que encarna Jenniffer González Colón, se basa en el principio de responsabilidad.
La mentira tuvo su turno, pero la verdad presentó su moción. Lo ocurrido debe servir como lección para todos, el debate político pierde valor cuando se convierte en una fábrica de calumnias. Difamar no es fiscalizar; manipular no es informar.
La Gobernadora ha demostrado que se gobierna con hechos, no con ruido. Mientras algunos apuestan al descrédito, ella sigue apostando al trabajo, la seriedad y la verdad. Porque en la historia, como en la justicia, la verdad siempre llega.


