No, los demócratas en Puerto Rico no queremos administrar una colonia. Queremos igualdad
“Puerto Rico no necesita resignarse a “mejorar” el ELA; necesita superarlo. El miedo a los impuestos o a perder la cultura es solo un disfraz del inmovilismo“

Foto de archivo

El reciente artículo del Comisionado Residente, titulado “Puerto Rico’s Democrats Like Their Commonwealth Status”, intenta presentar al Estado Libre Asociado como un consenso razonable. Pero en realidad, es la normalización del estancamiento.
Decir que “la mayoría de los puertorriqueños no quiere la estadidad” es una media verdad. En las elecciones del 2024, casi 59 % de los votantes apoyó la estadidad; un aumento respecto al 52.5 % que la respaldó en 2020. Si miramos hacia atrás, en 1967 el apoyo apenas alcanzaba el 39 %, en 1993 subió a 46 %, y desde entonces el respaldo al ELA se ha reducido a la mitad. La tendencia es clara: la estadidad no solo crece, se consolida como la única alternativa con fuerza electoral sostenida.
De hecho, pocos se detienen a observar lo que realmente reveló el resultado de las elecciones de 2024. Esos comicios demostraron que el electorado puertorriqueño separó el tema del estatus de las estructuras partidistas: los votos por la estadidad superaron a los obtenidos por la Gobernadora que representa el PNP e incluyendo la del propio Comisionado Residente, que representa el ELA.
El mensaje fue claro: Puerto Rico está cansado del ciclo de promesas y dispuesto a cruzar líneas ideológicas en busca de la solución real, que es la estadidad. Ese mismo espíritu se refleja dentro del Partido Demócrata en Puerto Rico, donde lejos de lo que el Comisionado afirma todo su liderato es abiertamente estadista. Por tanto, no se puede sostener que “los demócratas en Puerto Rico prefieren el ELA”.
Si algo dejó claro el 2024, es que el pueblo y el Partido Demócrata en Puerto Rico coinciden en una sola dirección: la lucha por la igualdad.
El Comisionado sugiere que debemos “trabajar con el Estado Libre Asociado que tenemos y hacerlo mejor”. Puerto Rico no tiene soberanía fiscal ni representación con voto, y su ciudadanía depende de legislación congresional, no de la Constitución. No se puede “mejorar” lo que no se posee. Decir que debemos conformarnos con lo que tenemos es perpetuar un modelo donde el pueblo puertorriqueño sigue siendo gobernado sin pleno consentimiento.
Se nos dice también que con la estadidad pagaríamos más impuestos, como si eso fuera una catástrofe inevitable, pues los impuestos se pagan según el ingreso, no por existir. El 40% de los estadounidenses no paga impuestos federales sobre la renta porque sus ingresos están por debajo del umbral, y la gran mayoría de las familias trabajadoras puertorriqueñas caería en esa categoría. Mientras tanto, seguimos pagando contribuciones locales altísimas, sin acceso equitativo a los fondos federales que esos mismos impuestos financian. El miedo a los impuestos es una manipulación que sostiene la desigualdad con apariencia de prudencia.
El argumento de que “la cultura puertorriqueña” se perdería con la estadidad es otra falacia emocional. La identidad no se diluye por tener derechos, de hecho, cada estado tiene su identidad, como Texas, Hawai, Nuevo México o Luisiana que conservan su cultura, idioma y tradiciones. Precisamente, los conciertos de Bad Bunny son el mejor ejemplo, la identidad no se diluye por tener derechos. La música, la gastronomía y el orgullo boricua no son producto del ELA, sino de la gente. Nuestra cultura no necesita permiso político para existir. La defensa de la cultura no debe ser excusa para mantener la desigualdad. Por otro lado, comparar a Puerto Rico con Quebec o Cataluña es una analogía que se derrumba al primer vistazo. Ambas regiones disfrutan de ciudadanías plenas, con todos los derechos políticos dentro de sus países: eligen a sus líderes, participan en los presupuestos nacionales y tienen voz en las decisiones que las afectan. Lo único que quiero compartir con Quebec y Cataluña, es lo que ellos ya tienen: una ciudadanía plena, con derechos y representación dentro de su nación.
Por otro lado, decir que el Congreso debería “acelerar fondos” o “igualar beneficios” bajo el ELA es aceptar un rol colonial: depender de la buena voluntad de quienes deciden por nosotros. La estadidad no garantiza perfección, pero sí garantiza derechos. No es lo mismo pedir equidad que tenerla por ley. Mientras sigamos como colonia, nuestra estabilidad dependerá del humor político de quienes están en turno.
Antes de hablar de “valores demócratas”, hay que reconocer que una democracia sin representación es una contradicción. Puerto Rico no elige senadores ni congresistas, y aun así está sujeto a las decisiones fiscales y políticas de quienes sí los eligen. Una república federal como la de Estados Unidos solo puede ser justa si todos sus ciudadanos están representados.
Decir que “los demócratas de Puerto Rico prefieren el ELA” es desconocer los valores del propio Partido Demócrata. La igualdad, la inclusión y la justicia no se alcanzan defendiendo privilegios coloniales. Ser demócrata en Puerto Rico debería significar luchar por la igualdad, no justificar la desigualdad. Y en Puerto Rico, la verdadera igualdad solo se logra con la estadidad.
En momentos en que el sistema estadounidense enfrenta tensiones internas con divisiones políticas, extremismos y una administración que amenaza con erosionar su propio federalismo, Puerto Rico no puede darse el lujo de permanecer al margen. Precisamente cuando la democracia se pone a prueba, ser colonia es aún más riesgoso. Cuando el poder se concentra, la soga corta por lo más frágil. Y Puerto Rico, sin voz ni voto, siempre será lo más frágil.
Hoy, mientras Estados Unidos encara un cierre de gobierno federal que pone en riesgo fondos esenciales, ningún representante puertorriqueño con voto puede defender directamente esos recursos. Las decisiones se toman sin nosotros, aunque nos afecten primero. Por eso, más que nunca, el debate sobre el estatus no puede girar en torno a simpatías o temores hacia figuras políticas del momento. Ser parte de la federación no significa rendirse a su política; significa tener poder dentro de ella.
Puerto Rico no necesita resignarse a “mejorar” el ELA; necesita superarlo. El miedo a los impuestos o a perder la cultura es solo un disfraz del inmovilismo. La verdadera conversación demócrata no debería ser entre estadidad o ELA, sino entre igualdad o subordinación.
Aquí, los demócratas, al formar parte de un partido nacional, aspiramos a ser parte de ese mismo sistema electoral y representativo. No se puede creer en un partido nacional sin aspirar a elegir o ser elegido a través de él.
Por eso, tiene toda la lógica del mundo ser demócrata y querer igualdad.


