
Por años, el voto ha sido el instrumento más poderoso con el que cuentan los ciudadanos para moldear su destino colectivo. La noticia que aconteció en el pasado ciclo electoral relacionada al cartero que afectó la entrega de papeletas de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE) para una elección especial en San Juan fue alarmante y profundamente preocupante. La admisión de culpabilidad de Christian Benny Díaz Nieves ante el Tribunal Federal no solo evidenció una grave falla institucional, sino también una amenaza directa a la integridad del proceso democrático.
Que un funcionario del servicio postal (una de las instituciones tradicionalmente más confiables) haya evitado la entrega de documentos electorales plantea serias interrogantes sobre los controles internos y los mecanismos de supervisión. Aunque el documento judicial no especificó si el convicto tuvo una motivación política, el simple hecho de no haber entregado sobres con papeletas solicitadas, representó un atentado frontal y directo a la democrácia.
Este caso debe ser un llamado de alerta para todas las instituciones involucradas en la cadena de custodia del voto. No es suficiente confiar en la buena fé de los trabajadores públicos; se requieren protocolos claros, monitoreo constante y consecuencias directas ante cualquier intento de manipulación del proceso.
¿Qué se puede hacer?
Primero, es imprescindible reforzar los sistemas de rastreo de los documentos electorales. Cada sobre con papeletas debe contar con seguimiento digital que permita saber exactamente dónde está y quién lo manipula, en tiempo real.
Segundo, se deben establecer alianzas más firmes entre la CEE y el servicio postal para garantizar que los empleados asignados a tareas electorales pasen por entrenamientos específicos, que incluyan ética, derechos civiles y penalidades por obstrucción electoral.
Tercero, emitir directrices claras, generalizadas y uniformes para el manejo de correspondencia electoral.
Cuarto, es vital abrir canales de denuncia accesibles y confidenciales, de manera que cualquier irregularidad pueda ser reportada por ciudadanos o empleados postales sin temor a represalias.
La transparencia es la columna vertebral de cualquier democrácia. No puede haber legitimidad electoral si existen dudas sobre el manejo de los votos. Cada obstáculo en el camino de los procesos electorales, por mínimo que parezca, erosiona la confianza pública y fortalece la apatía ciudadana.
Que esta lamentable situación sirva de lección y de impulso para reforzar nuestra democracia. No podemos permitir que la falta de transparencia decida por nosotros.
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Por Ramón Torres
Representante por acumulación del Partido Popular Democrático