Dos maneras de gobernar: aliviar o exprimir
“La historia parece querer repetirse. Mientras el gobierno central trabaja para eliminar un impuesto, los alcaldes populares proponen crear otros“


Los estilos se notan más por las decisiones que por los discursos. Por un lado, el gobierno del Partido Nuevo Progresista cumple con su palabra y alivia al contribuyente. Mientras, por otro lado, el Partido Popular Democrático vuelve a las viejas costumbres de siempre proponer nuevos impuestos, pedir más, cobrar más y castigar la productividad.
La diferencia entre un gobierno republicano y uno populista no es meramente ideológica, sino moral. Unos creen en liberar al ciudadano de la carga excesiva del Estado. Los otros, en perpetuar un aparato gubernamental sobre dimensionado que necesita más impuestos para sostener su propia ineficiencia.
La reciente controversia sobre el impuesto al inventario es otra oportunidad para que cada cual demuestre de qué lado está. El impuesto al inventario es una contribución municipal que grava el valor de la mercancía almacenada por los comercios y fábricas, desde alimentos hasta piezas de maquinaria, aunque esos bienes aún no se hayan vendido. En la práctica, penaliza a quienes mantienen inventario disponible, encarece los productos y limita la capacidad de respuesta en emergencias.
Por eso, el programa de gobierno del PNP es claro. Propone congelar el impuesto al inventario mientras se diseña un mecanismo responsable para sustituir los ingresos municipales. No se trata de improvisar, sino de planificar con seriedad una transición hacia su eventual eliminación.
La Gobernadora Jenniffer González Colón cumple ese compromiso de manera fiel a los principios republicanos. Aliviar la carga del comerciante, fomentar el crecimiento económico y garantizar que el gobierno haga más con menos.
El mismo documento programático también propone eximir los medicamentos con receta del impuesto al inventario. Esa visión humaniza la política contributiva, reconociendo que la salud no debe ser tratada como un lujo, sino como una necesidad esencial. Mientras se moderniza el sistema tributario para hacerlo más simple, justo y transparente, la administración del PNP ha dejado claro que su norte es reducir tasas, no crear nuevos tributos. Esa es la diferencia entre gobernar con responsabilidad o con apetito fiscal.
Por su parte, la Asociación de Alcaldes la cual agrupa los alcaldes del PPD propuso nuevos impuestos y cargas al gobierno central que sumarían más de $600 millones de dólares anuales. En lugar de simplificar el sistema, buscan redirigir el 15 % de los marbetes a los municipios. Además han propuesto apropiarse de la contribución del 1.03 % que hoy va al Fondo General y eximirse de aportaciones al plan de salud estatal y al sistema de pensiones.
Es la misma mentalidad que hundió al gobierno de Alejandro García Padilla. Recordarán que en el último gobierno PPD impusieron más de 50 nuevos impuestos. Entre otras iniciativas, aumentaron el IVU de 7% a 11.5%, aumentaron en dos ocasiones el impuesto a la gasolina, se multiplicaron las tasas municipales y se gravaron hasta los servicios profesionales.
Cada nuevo impuesto de entonces fue una confesión de incapacidad. Un intento de sostener con recaudos lo que no podían sostener con eficiencia. El resultado fue devastador a nuestra economía. Cientos de empresas cerradas, fuga de talento, aumento en el costo de vida y una pérdida total de confianza del inversionista.
Hoy, la historia parece querer repetirse. Mientras el gobierno central trabaja para eliminar un impuesto, los alcaldes populares proponen crear otros. Mientras unos piensan en desarrollo, los otros piensan en recaudos.
El PNP demuestra actuar de forma coherente, cumple su plataforma, confía en la capacidad de los ciudadanos para producir riqueza y promueve un gobierno más eficiente. El PPD vuelve a los reflejos del pasado en los que acostumbran usar al contribuyente como salvavidas de su mala administración.
Puerto Rico tiene que escoger entre dos maneras de gobernar. Una que cree en liberar y otra que insiste en exprimir. Una que fomenta el desarrollo y otra que obstaculiza el crecimiento. Una que cumple la palabra dada y otra que sigue atada a las fórmulas fracasadas del pasado.
Porque al final, la verdadera diferencia entre ambos modelos no es ideológica, es moral. Gobernar bien no es inventar impuestos, sino cumplir la palabra, administrar con sensatez y poner al ciudadano primero.