El asesinato de Charlie Kirk y la traición al periodismo ético
“La sociedad puertorriqueña merece un periodismo a la altura de los tiempos, que defienda la libertad sin relativismos y condene la violencia sin favoritismos“

Charlie Kirk. Foto: redes sociales

La libertad de expresión es uno de los pilares más sagrados de toda democracia. No se trata de un privilegio de unos pocos ni de un beneficio condicionado a la simpatía del público. Es un derecho universal que protege, sobre todo, las voces disidentes, incómodas o controversiales. Silenciar a alguien por sus ideas es atacar directamente el tejido democrático. Pero justificar su muerte es cruzar una línea aún más peligrosa.
El asesinato del comentarista político Charlie Kirk ha estremecido los cimientos de ese derecho. Y más alarmante aún ha sido el eco de aprobación que su muerte ha recibido por parte de algunas figuras del periodismo local, entre ellas Ada Torres Toro, quien afirmó lo siguiente: “No seamos hipócritas. Esa muerte es resultado lógico del odio supurado y creencias del tipo. Hay que asumir que tuvo la muerte perfecta. Sublime. Merecida. Buscada.”.
Estas expresiones no solo son moralmente repudiables, sino que representan una violación clara a los principios más fundamentales del periodismo ético y responsable. En momentos donde nuestra Isla atraviesa tensiones políticas y sociales, hacer apología de la violencia no es solo imprudente, es peligrosamente irresponsable. En ese sentido, la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (ASSPRO), en su Código de Ética, establece de forma inequívoca que:
“En Puerto Rico donde la sociedad aspira a una vida democrática, impera la necesidad de brindar al pueblo una información íntegra, honesta y altamente confiable. El disfrute de esa vida democrática depende en gran medida de la calidad de la información noticiosa que le provea la prensa y en la confianza que el pueblo puertorriqueño pueda sentir en dicha información”.
Cuando los comunicadores, académicos y cualquier ciudadano con plataforma pública celebran —implícita o explícitamente— el asesinato de un ser humano por sus ideas políticas, no solo traicionan esos principios, también contribuyen al clima de hostilidad que amenaza la libertad de todos. Hoy fue Kirk. Mañana, ¿quién?
Este no es un asunto de ideologías, siendo joven, negro, hijo de inmigrantes y demócrata, naturalmente no compartía muchas de sus ideas, pero esto no se trata de defender lo que decía Charlie Kirk, sino de defender su derecho —y el de cualquiera— a expresarse sin temor a represalias letales. El debate público es el alma de la democracia. Y cuando este se sustituye por la violencia, la muerte o el escarnio, ya no estamos discutiendo ideas: estamos normalizando la barbarie.
Urge recordar que el verdadero periodismo no es militante del odio. Es centinela de la verdad, vigilante del poder y defensor del derecho a pensar distinto. Desde esa posición, se debe condenar sin ambigüedades tanto el asesinato de Kirk como las expresiones infames que lo justifican. Porque en el momento en que el periodismo se convierte en portavoz del odio, deja de ser un servicio público y se convierte en un arma.
La sociedad puertorriqueña merece un periodismo a la altura de los tiempos, que defienda la libertad sin relativismos y condene la violencia sin favoritismos. El silencio, ante estos hechos, es complicidad. Y la equidistancia, cobardía.