Epstein en el balcón de La Fortaleza
Aníbal Acevedo Vilá aparece en fotos junto al pedófilo en el balcón privado del poder… y guardó silencio… hasta ahora


Como se me ha dañado el día…
Estaba de brunch, muy bonito, con mi nieta. Plato bien puesto. Sol filtrándose entre las ventanas de mi penthouse. Mimosa fría, burbujeando lento, porque las verdades serias no se beben a la prisa.
Deslizaba el dedo sin malicia -o eso creía- hasta que vi las fotos.
Y se me aguó la mimosa.
Porque una cosa es el chisme y otra muy distinta es ver a Jeffrey Epstein en el balcón privado de La Fortaleza. No en un pasillo. No en una actividad pública. En el balcón. El de verdad. El íntimo. El que no pisa nadie sin invitación.
Ahí estaba él. Cómodo. Como en casa.
Y ahí, en dos fotos distintas, Aníbal Acevedo Vilá, gobernador entonces, relajado, sonriente, como si aquello fuera lo más normal del mundo.
Alcé la ceja derecha.
Después la otra.
Después, más champagne, porque lo necesitaba.
Porque ese balcón privado en La Fortaleza no es casualidad. A ese balcón no se llega por equivocación ni por buena suerte. Ese balcón se pisa cuando un gobernador te abre la puerta y te dice, sin palabras: pasa, tú eres de mi grupo.
Y ahí fue que pensé lo que nadie quiere decir en voz alta:
Si esto llega a ser un gobernador del PNP, Puerto Rico estaría en llamas.
No habría brunch ni champagne suficiente.
Habría especiales de televisión anunciados, editoriales encendidos, conferencias de prensa para la mañana siguiente y las redes sociales explotando.
Pero como es quien es…
silencio.
Un silencio que huele a doble vara.
Porque aquí la indignación tiene colores. Y la lupa cambia de tamaño según quién salga en la foto. Si el partido fuera azul, esto ya estaría catalogado como escándalo histórico, como “vergüenza”, como prueba irrefutable de que los estadistas son inmorales.
Y ojo: no estoy jugando a fiscal ni a juez. Pero la política también se mide por símbolos, y este símbolo es feo. Muy feo. Un hombre hoy universalmente reconocido como depredador sexual compartiendo un espacio privado con el gobernador de Puerto Rico, y nadie creyó prudente explicarlo. Nunca.
Ni antes.
Ni después.
Ni cuando el nombre de Epstein empezó a estremecer al mundo.
Entonces vi la explicación de Aníbal Acevedo Vilá. Nos dice que en el 2005 Jeffrey Epstein no era Epstein, sino “un inversionista interesado en oportunidades en Puerto Rico”. Que se lo refirieron, que se le recibió “como a muchos”, que luego se envió al Departamento de Desarrollo Económico y que ahí murió el asunto. Fin. Caso cerrado.
Dejémonos de vainas.
A muchos no se les recibe en la intimidad del poder.
A muchos no se les retrata sonriendo desde un espacio reservado solo para los verdaderamente importantes.
¿No me digan ahora que quien lo refirió fue el corrupto de Bob Menéndez, al cual se le prestaba la casa de playa de los gobernadores en Fajardo para que se quedara con su chilla?
Es que eso es lo único que falta.
Terminé el brunch, me serví otra mimosa -porque esto no se digiere sobria- y llegué a una conclusión clara:
En esta isla, el escándalo no depende de lo que pasa…
depende de quién sale en la foto.
Y mientras sigamos usando varas distintas, el balcón de La Fortaleza seguirá siendo un lugar donde pasan cosas que después nos piden que olvidemos.
Salud 🥂


