
La relación dominico-puertorriqueña tiene sus lazos más allá de la cada vez más corta distancia geográfica, producto de la transportación aérea. Hoy, la comunidad dominicana en Puerto Rico es indudablemente una de las diásporas mas solidas y numerosas, cuyo vinculo se ha fortalecido en el tejido social, político y económico. Desde Ramón Emeterio Betances, el cual, aunque algunos quieran negarlo, tenía raíces Dominicanas por parte de su padre, Don Felipe Betances Ponce, hasta una de las grandes mentes dominicanas, el Profesor Juan Bosch hijo de Ángela Gaviño Costales, una puertorriqueña de Juana Díaz, cada día mas el fruto del amor sigue entrelazando a los hijos de Borinquén con los de Quisqueya.
Lamentablemente, la presencia de nuestros hermanos dominicanos tiende a ser analizada desde una óptica reduccionista, llena de estereotipos y desde el prisma acomplejado de superioridad infundada. En la actualidad la comunidad dominicana en Puerto Rico es un pilar económico, aunque rara vez se le reconozca como tal. Según el estudio más reciente del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico, titulado“Población Dominicana en Puerto Rico: Características sociodemográficas y contrastes con la población puertorriqueña, 2015-2019”, los dominicanos representan cerca del 2% de la población de la isla, concentrándose en áreas como San Juan, Bayamón y Carolina.
Sus aportaciones en el sector privado en áreas de la academia, medicina, belleza, restaurante, sector de la construcción, cuidado de ancianos y el sector agrícola, refleja que han sido y son, una mano de obra esencial para el desarrollo intelectual y económico que todos los puertorriqueños añoramos.
Yo quiero felicitar a las generaciones de dominicanos(as) que han aportado al Puerto Rico de 2025, especialmente a aquellos que han tomado un paso al frente para ocupar posiciones en el servicio público, a pesar de los vestigios no inocentes del racismo.
Es momento de sentarnos a reflexionar con un alto rigor en nuestras conciencias, estableciendo como criterio el romper barreras de xenofobia y discrimen. Cabe preguntarnos: ¿Por qué subestimamos a nuestros hermanos dominicanos? ¿Por qué seguimos sintiendo que somos superiores? ¿Por qué los usamos de referencia cuando queremos hacer un contraste entre alguien “inteligente” y otro que no? A fin de cuentas, desde Betances hasta Bosch, la sangre de Dominicana y Puerto Rico, su gente, su cultura, su historia, sigue siendo parte de nosotros por el vinculo inderrotable de la bondad.