
El Mensaje de Situación de Estado de la gobernadora Jenniffer González no solo marcó el inicio formal de su mandato. También trazó con claridad las prioridades que orientarán su administración: desarrollo económico, seguridad, fortalecimiento municipal y transformación energética. Fue un mensaje directo, sin adornos innecesarios, respaldado por acciones concretas y asignaciones presupuestarias. Más allá de las palabras, ofreció una ruta de trabajo con propuestas específicas que buscan resolver problemas históricos que arrastramos como sociedad.
Frente a este mensaje, la reacción de ciertos sectores no ha sido la de una oposición seria ni la de una minoría responsable. Ha sido, lamentablemente, la de lo que he denominado como la “fiscalización del vago”. Este tipo de fiscalización se distingue por ser una crítica cómoda que identifica problemas, pero no propone soluciones. Esa crítica que se atrinchera en la retórica del “todo está mal”, sin atreverse a someter alternativas viables que contribuyan al bienestar de nuestro pueblo.
La fiscalización del vago no solo denota una pereza excesiva por parte de quien la ejerce, sino que además es síntoma de una profunda deficiencia de liderato. El verdadero liderazgo no se limita a señalar fallas; se demuestra al atreverse a proponer, construir y asumir riesgos. Quien rehúye esa responsabilidad confirma que no está preparado para liderar, solo para interrumpir. En tiempos de crisis o transformación, interrumpir sin aportar es lo más irresponsable que puede hacer quien dice estar del lado del pueblo.
Criticar por criticar es fácil. Exige poco esfuerzo, poca preparación y ningún compromiso. Lo difícil es asumir una posición, defender una propuesta, dar la cara con ideas y someterlas al juicio del pueblo. Mientras la gobernadora propone recursos para los municipios, eliminar trabas burocráticas, reordenar prioridades presupuestarias y reestructurar el modelo energético, hay quienes simplemente se burlan, tuitean o se limitan a repetir frases vacías sin ofrecer una sola alternativa concreta.
El contraste es claro. De un lado, hay una administración que comienza con paso firme y con sentido de urgencia. Del otro, sectores políticos que pretenden pescar en río revuelto, esperando que el ruido reemplace las ideas, que el cinismo opaque el mérito y que la obstrucción sistemática se confunda con fiscalización legítima.
El pueblo puertorriqueño no necesita más figuras públicas sin propuestas; vociferadores que confunden ruido con liderato. Necesita liderato con visión y compromiso. Necesita instituciones políticas —sean de gobierno u oposición— que entiendan que la crítica sin propuesta es ruido, y que la gente merece algo más que ataques vacíos o gritería partidista.
Los tiempos que vivimos exigen una oposición seria, capaz de fiscalizar con fundamento, pero también con la valentía de presentar opciones. La gobernadora ha puesto sobre la mesa una agenda de trabajo clara. Quien tenga objeciones legítimas, que las plantee. Pero que también tenga la decencia política de proponer una mejor ruta. Si no están dispuestos a presentar alternativas, entonces que tengan la humildad de no estorbar a quienes sí trabajan por mover a Puerto Rico hacia adelante.
Porque fiscalizar no es destruir, es construir desde la diferencia.