Los primeros 100 días de la Alianza (o lo que queda de ella) entre el Movimiento Victoria Ciudadana (“MVC”) y el Partido Independentista Puertorriqueño (“PIP”) han estado marcados por una turbulenta serie de eventos y desafíos que han puesto en tela de juicio su posicionamiento como la segunda fuerza política en Puerto Rico de cara al próximo ciclo electoral.
Apenas iniciando el cuatrienio, la Alianza comenzó a mostrar sus primeras fisuras post-elección. La primera controversia entre el “junte” que se formó para las pasadas elecciones giró en torno a si el PIP debía ceder al MVC al menos uno de los tres escaños legislativos otorgados a ese partido por haberse activado la cláusula constitucional de minorías. La coordinadora general del MVC, Ana Irma Rivera Lassén, solicitó formalmente al PIP que considerara ceder uno de estos escaños a su colectividad para reflejar la colaboración entre ambos partidos y en reconocimiento de la aportación de sus huestes en las victorias de los legisladores del PIP. Sin embargo, el PIP declinó esta petición, argumentando que legalmente no era viable ceder esas posiciones. Así, despacharon el reclamo de sus “aliados de país” sin tan siquiera proveerles una oportunidad para intentarlo. Acto seguido, ocuparon los puestos de sus nuevas oficinas legislativas con allegados y candidatos derrotados, todos del PIP (ejercicio de reclutamiento legítimo que parece no importar mucho si no viene del “bipartidismo”).
Poco después de esa controversia, comenzó una ola de renuncias en el MVC que al día de hoy parecen no terminar. La última, y más notoria, fue la de su pasado Comisionado Electoral, Lcdo. Olvin Valentín. Esta renuncia llama la atención ya que el propio licenciado Valentín lideró esfuerzos de organización posterior a la elección asumiendo el rol de “Coordinador de la Red Autónoma de Innovación Política” del MVC. Sin embargo, un mes más tarde de su primer evento de organización en Morovis, Valentín renunció a todas sus posiciones de liderato en el partido, incluyendo sus puestos como delegado y coordinador.
A Valentín, se unió el excandidato a representante por el Distrito 11, Eric Rossner, quien también renunció aludiendo a que “el MVC ha abandonado su enfoque inclusivo para convertirse en un partido político de tendencia independentista marcada”.
El PIP tampoco ha arrancado con mucha fuerza, o al menos no con la que se esperaba del partido que relegó al PPD a una tercera posición. A pesar de contar con la delegación legislativa más numerosa en su historia moderna, no han sabido posicionarse como principal partido de oposición.
A 100 días de haberse instalado el nuevo gobierno, lo que hemos visto es una coalición sin dirección, sin estrategia legislativa y sin señales claras de liderazgo conjunto. Desde el 2 de enero hasta hoy, ni el MVC ni el PIP han logrado capitalizar el espacio político que tanto celebraron haber conquistado en noviembre pasado.
Y mientras la Alianza naufraga y el PPD aprovecha el espacio que le han dejado abierto, Juan Dalmau ya está en plena campaña para la gobernación del 2028. Se le ha visto en reuniones políticas, en universidades, de viaje a Washington, DC a promover la independencia, en eventos con la prensa, todas ellas sin la presencia de figuras del MVC. Su discurso, cada vez más notable, se distancia de la línea de “acción conjunta” que prometía la Alianza.
El MVC, el PIP (y todos sus promotores) llevan tiempo alardeando de ser la segunda fuerza política en Puerto Rico, pero han sido incapaces de actuar como tal. Si estos primeros 100 días de la Alianza son un presagio de lo que viene, el 2028 será el funeral de ese experimento político.
Y probablemente el resurgir de Juan Dalmau… pero por la libre y sin Alianza. El PPD apuesta a este escenario y afila sus colmillos de cara al nuevo ciclo electoral.
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Por Luis Dávila Pernas
Abogado y Presidente del Partido Demócrata en Puerto Rico