Presos por la droga: ellos y nosotros
“¿Qué comunidad merece vivir con esta escena y peligro? Ninguna. En todas hay ciudadanos responsables, familias, niños que merecen salir a la calle sin la tensión de ser atacados por un drogadicto que busca dinero para saciar su vicio”


Leía la semana pasada un artículo sobre un adulto mayor que estaba en un restaurante de comida rápida en Río Piedras, como hacemos todos, cuando un deambulante, una persona sin hogar, o como quiera llamarlo, y que evidente era usuario de drogas, lo atacó y agredió con una jeringuilla para asaltarlo. Según el querellante, se encontraba en el establecimiento cuando se le acercó el agresor y con un pequeño cuchillo le ordenó que le entregara $20.00. La víctima le dijo que no tenía dinero en efectivo, por lo que el victimario continuó intimidándolo. El señor, temiendo por su seguridad, sabiendo que el joven tiene una cuchilla, lo empuja para distanciarlo y camina hacia el mostrador sin quitarle la vista al muchacho. Éste finalmente lo puya con una jeringuilla, la que probablemente utiliza para inyectarse el veneno que quizás se mete al cuerpo.
Este suceso coincidió con una conversación de vecinos en Santurce y en la cual se hablaba de la preocupación que tenían por el incremento de la presencia de estos deambulantes y usuarios de drogas, especialmente lo que luce como fentanilo, que parecen ser la nueva cara de ese barrio en la zona de la Parada 22. Hoy, una especie de zombies, inclinados hacia el frente con los brazos colgando, casi tocando el piso, pero sin caer, es el nuevo orden que “tenemos que aceptar” ante la indiferencia de todos, del gobierno y organizaciones que dicen defender los derechos de whatever. No es solo ese escenario, añada las jeringuillas y bolsitas decks de sustancias en el piso.
En este sector, una de las zonas más frecuentadas en esta temporada con cientos de miles de personas llegando a PR, esa es la presentación para los visitantes. En el caso de otras comunidades, donde quizás no llegan turistas, igual es un problema. ¿Qué comunidad merece vivir con esta escena y peligro? Ninguna. En todas hay ciudadanos responsables, familias, niños que merecen salir a la calle sin la tensión de ser atacados por un drogadicto que busca dinero para saciar su vicio, de caminar sin la preocupación de pisar una jeringuilla infectada. He visto a personas así, como zombies, evidentemente endrogados, inclinados hacia el frente y con los brazos extendidos hacia el suelo, en el medio de la calle, con autos transitando y exponiéndose a que los impacten.
Estas personas son seres humanos enfermos, estoy muy claro en eso y así los veo. Estan en su mundo, su nota, desconectados de la sociedad, de la realidad y nada les importa sus vidas, mucho menos la de los demás.
Sin embargo, porque sean personas enfermas, las comunidades que tienen que lidiar con esto a diario tampoco tienen que estar condenados a vivir con miedo, preocupados porque una persona enferma pueda hacerles daño. Cuando menciono “estar condenados” lo digo porque si se trata de hacer algó drástico con estas personas, entonces salen 25 grupos a gritar que no los toquen porque ellos tienen sus derechos. Después de combatir cualquier propuesta o acción del gobierno, ya sea estatal o municipal, y lograr desalentar atender el asunto de una manera distinta a la que no resuelve, esos grupos guardan las congas y los panderos para irse a su casa a esperar, en aire acondicionado y con muchas ansias, el próximo “vente tú” para ocupar espacios en los medios y tirarse a la calle a oponerse a lo que sea. Por eso repito, llevan a la ciudadanía responsable y que cumple a estar condenada.
Después de ese scketch cíclico, dejan el problema intacto y a nadie le importa. El gobierno se embarra encima con este tema por cómo puedan señalarlos si hacen algo drástico. Los que se oponen a todo están muy claros para qué nacieron y su rol en la sociedad.
Hace unos años, una comerciante de esa zona me contó que uno de estos deambulantes entró al negocio, se le encerró en el baño y no quería salir. Montó un espectáculo ante los comensales. Llamaron a la policía y le contaron. Nunca llegaron las autoridades. El usuario salió al rato, con su nota y dejando el baño ensangrentado. El usuario continuó frecuentando la zona como si nada hubiese ocurrido, mientras los comerciantes, trabajadores y residentes del área vivían en estrés por ese deambulante, y por otros iguales. La persona me contactó para ver si yo conocía a alguien en el municipio que los ayudara. Llamé a una persona muy allegada a la entonces alcaldesa y me confesó “ni con un palo largo los van a tocar. Deja ver si podemos hacer algo”. De más está decir que no hicieron nada. Sí, es un tema controversial y nadie quiere, tan siquiera hablarlo.
Precisamente la semana pasada estaba en la misa y había uno entrando y saliendo, hablando incoherencias en voz alta, caminando por el templo, incluso frente al altar, ¡durante el servicio religioso! No tengo que contarles la tensión que creó.
Salvo el trabajo que hacen en Iniciativa Comunitaria y La Fondita de Jesús en esa área, a nadie le importa estos seres humanos. Pueden verlos tirados en la calle, sin saber si están vivos o muertos, y se sigue caminando.
El problema es que, de nuevo, si se intenta atender esto de otra manera, aunque sea drástica, sectores se van a oponer, y una vez logran descarrilar cualquier propuesta, se van a sus casas y no les importan los deambulantes que son usuarios.
Cuando hablo de atenderlo de manera drástica, no me refiero a otra cosa que no sea que estas personas sean recogidas de la calle, aunque sea en contra de su voluntad, y se les dé atención se sometan a tratamientos, pero recluídos en una facilidad. Darle “atención” al lado del punto es lo mismo que hacer nada. ¿Usted es un usuario que está como un zombie en la calle por el veneno que se mete al cuerpo? Pues pierde su derecho a someterse a algun proceso voluntario. Debe ser compulsorio y pierde su libertad en lo que lo tratan. Sí, hay que tratarlo como una persona enferma, pero tratarlos como una persona enferma no es mirarlo, y decir: “es que está enfermo, bendito” y seguir caminando. ¿Cuáles son las probabilidades de que una persona en ese estado mental y emocional va a consentir buscar ayuda? ¡Está enfermo! No va a hacerlo. Entonces, ¿hay que esperar que maten a alguien o le entierren una jeriguilla infectada para usted entonces decir “Ok, ahora sí, hagamos algo”. Mirar para el lado, buscar como echar la culpa al gobierno y seguir caminando, que es lo que se ha hecho en este país, no va a resolver este problema, ¡y es un problema!
Miren los videos de ciudades en Estados Unidos y Europa, en una esquina hay 10 en ese estado y en la otra esquina hay 15 luciendo como una estatua, bajo los efectos de la droga.
Usted puede decir lo que desee de mí por lo que planteo, pero no se puede seguir con paños tibios. Yo, siempre que voy algún lugar de comida y se me acerca uno a perdir dinero, le compro comida. He visto como luego del gesto, la desprecian porque lo que quieren es dinero para droga. Ahí nadie dice nada. De igual manera, he visto personas deambulantes o sin hogar, que no lucen tener vicio y a esos sí les doy dinero, más la comida que le pueda comprar. Esos son casos distintos y no es a ellos a los que me refiero. A esos hay que ayudarlos de otra forma.
Me parte el alma verlos como los veo, porque uno piensa en su familia. Sí, esos seres humanos pudieron haber pasado circunstancias que los llevaron a eso, pero reducir la conversación a reconocer eso, culpar al gobierno y dejarlo ahí, que es lo que siempre ocurre, no es atender el asunto. Para esos que solo salen a criticar, poco les importa la seguridad de los demás, como el señor mayor que fue agredido con una jeringuilla. Eso es un daño colateral para estos criticones por excelencia, y lo peor es que son de quienes los políticos se dejan presionar para que no se haga algo más contundente, obviamente salvaguardando la dignidad y atendiendo a estos hermanos como enfermos, pero la atención no puede ser en la calle, ni en el hospitalillo, si ellos quieren o no, porque estaremos presos de las drogas: ellos y nosotros.