
La industria creativa en Puerto Rico ha demostrado ser uno de los pilares más dinámicos y resilientes de la economía local. Con un impacto económico estimado en 8.7 mil millones de dólares y la generación de más de 87,000 empleos, este sector abarca mucho más que la música en vivo: incluye compositores, productores, técnicos, diseñadores, ingenieros de sonido, abogados especializados, contables y decenas de oficios adicionales vinculados al arte y al entretenimiento.
Pese a estas cifras, el crecimiento de la industria creativa ha ocurrido en gran medida sin un andamiaje institucional sólido, a diferencia de otras áreas como el deporte, donde existen estructuras formales de formación desde edades tempranas. No hay en Puerto Rico una incubadora de talento enfocada en el desarrollo artístico con el respaldo del Estado. Lo que hemos presenciado es un florecimiento orgánico, sostenido por la perseverancia de miles de puertorriqueños y el arraigo cultural de nuestra identidad.
Puerto Rico ha exportado una cantidad desproporcionada de talento artístico en comparación con su tamaño geográfico y poblacional. Figuras como Marc Anthony, Gilberto Santa Rosa, Héctor Lavoe, Tito Puente, Daddy Yankee, Bad Bunny, Ozuna, Anuel AA, Kany García, Olga Tañón, Tommy Torres y El Gran Combo de Puerto Rico, entre muchos otros, han llevado nuestra bandera al mundo, colocando a la isla como uno de los principales exportadores de música global, solo detrás de Estados Unidos y Colombia en presencia internacional en los rankings musicales.
Además, los eventos de entretenimiento continúan aportando a la economía de forma tangible. El Coliseo de Puerto Rico, por ejemplo, generó más de $40 millones en ingresos en un solo año y ha sido epicentro de actividades que crean miles de empleos temporeros y estimulan el turismo, la gastronomía y el comercio.
La pregunta que se impone es clara: ¿qué más podríamos lograr si este sector recibiera el mismo respaldo institucional que otras áreas económicas o deportivas? Políticas públicas integradas, incentivos fiscales adecuados, programas de educación artística y una infraestructura de apoyo son elementos indispensables para multiplicar el potencial de esta industria.
Puerto Rico es ya una potencia cultural. El próximo paso es consolidarla como una potencia económica estratégica, capaz de liderar el desarrollo de la isla a través del talento y la creatividad de su gente.