Igual que los zares hace 200 años, Putin teme una segunda revuelta en diciembre
Los expertos consideran que las actuales élites son plenamente conscientes de que Putin se equivocó al aprobar la conocida como 'operación militar especial'

El presidente ruso, Vladimir Putin. Foto: ALEXANDER NEMENOV

Se cumplen 200 años del primer intento de las élites rusas -los Decembristas- de poner fin a la autocracia en su país. Como ocurriera con el centenario de la Revolución Bolchevique, el actual jefe del Kremlin, Vladímir Putin, un experto en el arte de la conspiración, ignoró el aniversario para impedir que el creciente descontento con la guerra en Ucrania se traduzca en un nuevo levantamiento.
"La principal lección de la sublevación de los Decembristas es que el Estado ruso no puede permitirse ser débil (...) El Estado ruso tiene algún valor sólo cuando puede defenderse", dijo recientemente Konstantín Chuichenko, ministro de Justicia de Rusia.
Un grupo de oficiales, nobles e intelectuales aprovecharon la muerte del zar Alejandro I en diciembre de 1825 para organizar una revuelta que se inspiró en las ideas liberales provenientes de Estados Unidos y Europa, y en ejemplos como el pronunciamiento del español Rafael del Riego en 1820.
"De la chispa surgirá una llama (...) Con las cadenas forjaremos espadas/Y de nuevo encenderemos el fuego de la libertad/Y con este nos abalanzaremos contra los zares", decía entonces el poema de Alexandr Odóyevski.
Los expertos consideran que las actuales élites son plenamente conscientes de que Putin se equivocó al aprobar la conocida como 'operación militar especial' y que, además, la guerra ya no se puede ganar, pero están atados de pies y manos.
Agentes extranjeros, los nuevos decembristas
La Unión Soviética idealizó a los decembristas, cuya sublevación consideró el primer antecedente de la revolución que acabó definitivamente con el antiguo régimen. En cambio, la reacción de los actuales funcionarios y los historiadores apócrifos del Kremlin es muy diferente.
Chuichenko considera que los sublevados de hace 200 años son como los agentes extranjeros de la actualidad, ya que no son sólo personas influidas por Occidente, sino instrumentos de influencia para desestabilizar la situación política interna.
A ojos del Kremlin y aunque no tenía relación alguna con la élite, un decembrista de manual sería el opositor Alexéi Navalni -asesinado en una cárcel ártica, según sus partidarios-, ya que sus ideas estaban alejadas de los intereses del pueblo ruso.
Poco importa que los decembristas, apoyados por el poeta Alexandr Pushkin, buscaran, entre otras cosas, terminar con la servidumbre, introducir un orden constitucional, acabar con las clases sociales y superar el rezago económico y tecnológico con el resto de Europa.
Esta revuelta pudo cambiar la historia de Rusia, pero, según muchos expertos, su aplastamiento profundizó el aislamiento de Rusia, radicalizó a la disidencia -Alejandro II sería asesinado en un atentado terrorista- y aplazó los cambios: la servidumbre no fue abolida hasta 1861, la primera Duma no fue creada hasta 1905 y la autocracia perduró hasta 1917.
La sombra de Prigozhin
La sombra de la sublevación armada de Yevgueni Prigozhin en junio de 2023 sigue siendo muy alargada. El fundador del Grupo Wagner murió tres meses después, bajo extrañas circunstancias, en un accidente de avión del que sus partidarios responsabilizan a Putin.
En comparación, Chuichenko consideró que, "lamentablemente, la monarquía era muy liberal, yo diría que incluso demasiado noble, si vemos cómo fueron castigados los decembristas por su revuelta".
"Esto demuestra una cierta y puede ser que notable debilidad del monarca absoluto y de su régimen político", dijo, en alusión a que sólo cinco decembristas fueron ahorcados y el resto enviados a Siberia.
La autora del libro 'Cómplices', Alexandra Prokopenko, considera que la élite rusa, desde altos cargos a oligarcas e intelectuales, perdieron hace mucho la capacidad de influir en la vida política. El único intento reciente corrió a cargo de Dmitri Kozak, quien propuso una reforma política antes de dejar el cargo como subjefe de la Administración presidencial.
En su momento, Putin convirtió a los gobernadores en meros gestores, acordó con los oligarcas que se llenaran los bolsillos con la privatización a cambio de mantenerse al margen de la política, y cedió al Servicio Federal de Seguridad el control de todos los nombramientos.
Cuando alguien como Prigozhin, el magnate Mijaíl Jodorkovski, los opositores Navalni y Nemtsov, o el ministro de Economía Alexéi Uliukáyev se saltan el conducto reglamentario, son severamente castigados.
Las nuevas élites, la resistencia al cambio
Los expertos consideran que sólo unos pocos fanáticos quieren que la guerra continúe hasta la victoria final. El problema radica en que nadie puede detener los combates, ya que la élite compite por los recursos, no por la influencia política.
El Kremlin entiende que de cara a la posguerra debe eliminar y marginar a aquellos que se oponen a la guerra y a la política de agresivo antagonismo con Occidente.
Por eso, Putin habla continuamente de los veteranos de guerra y los trabajadores de la industria militar y sus familias como las "nuevas élites rusas".
"No da miedo dejar en sus manos el destino del país", afirmó en su reciente conferencia de prensa anual.
Ellos le deben todo al Estado paternalista -sus hijos reciben cuotas en las principales universidades del país- y, por ello, están dispuestos a defenderlo ante cualquier amenaza, especialmente, de una hipotética quinta columna.
Al no poder hacerlo desde dentro del sistema, las élites aún confían en una injerencia exterior. La última esperanza es el presidente de EE.UU., Donald Trump, y su plan de paz para Ucrania.

![[VIDEO] Nigeria confirma que atacó junto a EE.UU. al Estado Islámico en el noroeste del país](/_next/image?url=%2Fapi%2Fmedia%2Ffile%2Fb3a826f4-679e-41d8-90b9-44efe37f9eb7.jpeg&w=3840&q=75)



