Los abanicos españoles luchan por sobrevivir
El sector del abanico, que tiene su cuna en la localidad valenciana de Aldaia, teme verse abocado a la desaparición

Varias mujeres vestidas de flamenca se cubren los ojos con abanicos en el recinto ferial del Arenal durante la Feria de Nuestra Señora de la Salud en Córdoba. Foto: Salas

Beyoncé, Kate Middelton, Madonna, Rosalía, Máxima de Holanda o la reina Letizia no dudan en sacar su abanico, el complemento habitual cuando aprieta el calor, pura artesanía que se va perdiendo y busca impulso con el sello de indicación geográfica protegida.
Un complemento que no es exclusivamente femenino, pues caballeros como el actor Antonio Banderas, el futbolista Samu Costa, el diseñador Juan Vidal o políticos como el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, también alivian el calor con él.
El sector del abanico, que tiene su cuna en la localidad valenciana de Aldaia, fuertemente castigada por la dana de 2024, y donde algunas de las empresas de abanicos se vieron muy afectadas, teme verse abocado a la desaparición.
El presidente del Gremio de Abaniqueros de Valencia, Jesús Muñoz, lamenta la situación precaria que vive este accesorio que llegó a España en el siglo XVI desde Oriente y que durante los reinados de Luis XIV y Luis XV en Francia fueron prendas y testimonio de lujo.
"Nadie quiere continuar con una artesanía que requiere especialización; no hay teladoras ni caladores y tampoco escuelas que impartan formación", advierte Muñoz.
Muy próxima a la capital valenciana, Aldaia es considerada la cuna del abanico español desde hace cinco siglos, un punto clave en su fabricación y el único lugar que alberga un Museo del Abanico (MUPA), un espacio de difusión de la artesanía, la tradición y la historia.
Precisamente, semanas antes de que la dana asolara muchas de estas empresas valencianas, la Dirección General de Internacionalización de la Generalitat Valenciana propuso al gremio impulsar una indicación geográfica protegida (IGP), una de las denominaciones de calidad de la Unión Europea que garantiza el origen de un producto a la zona donde se fabrica.
"Vivimos una situación de desamparo. Las instituciones aseguran que apoyan la artesanía, pero la realidad es muy distinta", indica Muñoz, arquitecto de profesión que desde hace diez años desembocó en la fabricación de abanicos pintados a mano, un complemento que China y Japón se disputan su invención.
De momento, el sector cuenta con el sello de certificación AEA (Abanico Español Artesano) que garantiza que un abanico ha sido elaborado en España, cumpliendo con procesos artesanales de calidad y autenticidad.
Durante la final del torneo Wimbledon (Reino Unido), la organización repartió abanicos en las gradas para que los asistentes pudieran aliviar la calurosa tarde en la pista de tenis; la princesa Carlota, su madre Kate Middelton o Nicole Kidman no dudaron en hacer uso de ellos, en los que estaba impreso el logo del torneo.
"Son abanicos publicitarios", señala Muñoz. "El varillaje es de fabricación China, donde se realizan, aquí somos cuatro gatos los que trabajamos el varillaje español", a partir de madera de plátano o abedul -las más básicas-, y también se utilizan maderas de África y Europa como las Bubinga o Kotibé.
"Todas salen de la misma pieza y se les da forma para que sean iguales", explica el propietario de Abanicos Muñoz, que indica que se siguen haciendo algunos de palo santo y ébano, pero "cada vez menos".
Sin embargo, "Valencia aún es el único lugar donde solo un artesano continúa fabricando abanicos de nácar", apunta.
El artesano hispano-francés Olivier Bernoux, especialista en abanicos con taller en Madrid, coincide en que de esta tradición también se está perdiendo el bordado hecho a mano, incluso el de marquetería.
Carlos Dulce, fundador y director general de Ràfega, una empresa catalana que realiza la fabricación en los talleres de Aldaia, asegura que sus ventas no solo se quedan en España, un 17% tiene como destino Europa y un 9% Estados Unidos y aseguran que hay margen de crecimiento.