Una mañana como hoy, hace 2025 años aprox., se libró la batalla por propiedad inmueble más grande de la historia. Se trataba de una pequeña propiedad en la provincia romana de Judea, tan insignificante para algunos, pero cuyo resultado impactaría al Universo entero. Esa mañana, todas las fuerzas del abismo se concentraron en una sola pieza: la tumba de José de Arimatea.
Todas las fuerzas del averno fueron llamadas, y ninguna faltó. Se concentraron en evitar, que Aquel que había arrebatado las llaves del Hades el día anterior, pudiera salir del mundosubterráneo. Se apostaron firme y decididamente, ya que su puñado de aliados humanos se había quedado dormido mientras hacían guardia frente al sello. Su líder había sido derrotado frente a sus ojos, pero, ahora impedirían que el Herido, saliera del inframundo, encerrando para siempre en el sepulcro su victoria.
El plan era sencillo: si resistían tan sólo un día, su profecía no se cumpliría, quedaría expuesta como una mentira, una fábula, y así podrían vengar la pérdida de su propiedad más preciada: la muerte. De hecho, ella los acompañó en ese campo de batalla, pues había sido victoriosa el viernes y, justo antes de la pérdida de las llaves, era su único referente de fuerza moral.
Estaban convencidos de ganar, pues hasta ese momento había estado invicta y total, para cada ser humano en el planeta (excepto por Enoc y Elías, pero casi nadie conocía esas historias en ese entonces). Millones y millones de espíritus caídos e inmundos profirieron maldición sobre la tumba. Los más grandes espíritus de oscuridad se apostaron frente a la salida. Caballos de cadenas, sangre y pestilencia fueron colocados para evitar la salida, y la muerte misma junto al ángel caído lideraron el lado oscuro de la batalla. Todo era silencio y expectación. Pero en plena madrugada se escuchó el chasquido de las llaves que colgaban de su túnica.
El Caminante venía solo y sonriente a enfrentar a las hordas de las tinieblas. Éstas se apertrecharon en su movimiento final para aguantar su posición: aquel pequeño pedazo de árido terreno le daría la victoria.
Nadie les había vencido jamás. Pero el caminante tenía el arma más poderosa de la Eternidad. Se paró frente a la meta, y en aquella profunda oscuridad levantó sus manos heridas y reclamó el poder de su inocente Sangre. Sus heridas sin cicatrizar provocaron un halo de Luz infinita que cegó a los enemigos. Y en ese momento se escuchó la voz del Eterno, que desde el abismo les ordenaba a los cimientos de la tiera que Él mismo había afianzado que se movieran.
En la superficie todo estaba en calma, aquella mañana era de paz y quietud. Nada se movía, excepto un silvido suave y apacible, que arrullaba el sueño de aquellos robustos romanos. Pero la quietud de aquella alba fue de pronto rota por el terremoto más grande e impresionante de la historia. Al escuchar el llamado del Amo, la piedra al instante se movió, la tumba no lo pudo contener, la muerte misma salió expulsada desde el seol, y los millones de espectros de oscuridad fueron de inmediato avasallados por el nombre que es sobre todo nombre y ¡Jesús caminó fuera del sepulcro para siempre! ¿Cómo sabemos que esto es la Verdad?
Porque escrito está:
“Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.”1 Corintios
Además, conocemos uno que dijo:
“Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo... Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” Apocalipsis
Sé que la anterior descripción artística de la mañana gloriosa pudiera parecer incorrecto para algunos. Peor aún otros dirán que la historia escrita es fábula. Pero para mí, aquella batalla por ese pedazo de tierra en Judea muestra la razón y triunfo de nuestra fe: que adoramos al Resurrecto, Invicto y Glorioso Jesús, nuestro Salvador y Rey del Universo. ¡Alabanza al que vive por siempre y para siempre, al que Era que Es y que ha de venir!