La doble vara del Arzobispo González en casos de alcoholismo
Documentos en exclusiva revelan que el Vaticano había acusado a Roberto González Nieves de tener problemas con el alcohol

Arzobispo Roberto González Nieves. Foto: Arquidiócesis de San Juan

Las sombras que desde hace años han rodeado el liderazgo del Arzobispo de San Juan, Roberto González Nieves, han vuelto a cobrar fuerza en medio de un nuevo episodio de tensión eclesiástica: la reciente suspensión del Padre Tito, párroco de Stella Maris, por supuestos problemas de alcoholismo. La acción disciplinaria contra el sacerdote ha sido ampliamente criticada por miembros de la feligresía, no solo por la falta de transparencia en el proceso, sino por el marcado contraste con el historial del propio arzobispo, quien en el pasado fue blanco de acusaciones similares.
Documentos enviados al Vaticano en el 2013 -nunca antes revelados y en poder de NewsPR- revelan que González Nieves fue acusado de embriaguez durante una investigación oficial liderada por la Congregación para los Obispos y comisionada por la Santa Sede. En su defensa escrita, el prelado rechazó con vehemencia las alegaciones, alegando que jamás había consumido alcohol en exceso ni estado ebrio. Afirmó que no necesitaba beber para vivir felizmente y que, fuera de un consumo social mínimo, no bebía en absoluto. Incluso aseguró haberse sometido a pruebas médicas y psiquiátricas para refutar lo que describió como una calumnia sin evidencia.

Sin embargo, esa misma acusación que el Arzobispo descalificó como infundada, hoy se convierte en el fundamento de su acción contra otro sacerdote. El Padre Tito fue suspendido por el Arzobispo bajo señalamientos de alcoholismo, sin que hasta ahora se haya divulgado evidencia médica, pruebas de conducta o mecanismos de defensa equitativa para el sacerdote. Esta doble vara ha generado indignación entre feligreses de Stella Maris, quienes acusan a la Arquidiócesis de atropello y falta de compasión pastoral, además de cuestionar si se han seguido los principios del debido proceso canónico.
El contraste es revelador: cuando fue él quien enfrentó la acusación, González Nieves la calificó de ataque despiadado, exigió pruebas, y criticó duramente la falta de justicia del proceso. Hoy, como máxima autoridad eclesial en San Juan, actúa con firmeza ante un señalamiento similar, sin ofrecer al sacerdote las mismas garantías que él mismo reclamó. La pregunta que muchos se hacen es si la misma compasión y presunción de inocencia que exigió en 2013, la está aplicando hoy en su propia diócesis.
Otro de los señalamientos que el Arzobispo enfrentó durante esa investigación fue el de mantener una relación impropia con un laico húngaro, Bela Csaban, quien vivió durante años en la casa arzobispal junto a su familia y allegados. González Nieves negó cualquier vínculo inapropiado, pero admitió que Csaban fue contratado en varias funciones y que llegó a residir en la misma habitación que luego ocupó su secretario. La cercanía descrita en los documentos y la falta de claridad sobre los roles oficiales de Csaban dentro de la diócesis generaron especulaciones dentro del Vaticano, que consideró la situación lo suficientemente grave como para incluirla entre las razones por las que se le solicitó la renuncia.
Por si fuera poco, el caso del Arzobispo también ha estado marcado por presiones vaticanas. En su momento, el Vaticano le pidió su renuncia tras una investigación que, además de los señalamientos de alcoholismo, incluía acusaciones sobre la protección de sacerdotes pedófilos, uso político de símbolos religiosos, relaciones indebidas y problemas administrativos. El pedido se produjo formalmente, aunque nunca fue acatado. González Nieves insistió en su carta que “jamás renunciaría a la Sede Arzobispal de San Juan cuando no hay razones para ello”.
No obstante, con su cumpleaños número 75 cumplido el pasado 2 de junio de 2025, el Derecho Canónico exige que los obispos presenten su renuncia al Papa. Aunque esta no es necesariamente aceptada de inmediato, el momento marca una coyuntura crítica para una Iglesia puertorriqueña golpeada por escándalos, divisiones internas y pérdida de credibilidad.
El caso del Padre Tito y el pasado del Arzobispo dejan al descubierto una dolorosa ironía: un líder que en su momento clamó justicia y transparencia, hoy es acusado de negarlas a quienes están bajo su autoridad. Y en medio de esas contradicciones, la comunidad católica de Puerto Rico sigue esperando respuestas claras, trato justo y liderazgo pastoral coherente con los principios que predica.